Actualmente,
en los libros de historia de México, por fin se reconoce la labor de valiosas y
valientes mujeres mexicanas que aportaron su vida y su haber en diferentes ámbitos
durante la Revolución Mexicana: la Corregidora, las adelitas, las escritoras y
políticas de su época, que se atrevieron a hacer público su pensar de mujer.
Pero
existen otras mujeres, que dentro del ámbito privado y de asistencia social,
no han recibido reconocimiento a su decisiva aportación a México. Tal es el
caso de la fundadora de la Cruz Roja Mexicana que inició, a contracorriente,
las valiosísimas labores de esta institución, precisamente en 1910, año en que
comenzó la Revolución en nuestro país.
Era
una mujer que amaba lo nuestro y para valorizarlo debidamente, se dedicó al
estudio de la fusión de razas y culturas. Una mujer única, ya que a pesar de su
claro linaje, vivía cercana a los grandes problemas sociales y jurídicos de la
población.
Por
cuestiones de trabajo, su esposo, que era doctor militar, estuvo acrecentando
sus estudios médicos en París y fue ahí donde presenció la formidable labor de
la Cruz Roja. Él platicó sus impresiones a su esposa Luz, quien se propuso establecer
en México la institución benéfica.
Ante su interés por fundar la Cruz Roja Mexicana, Luz visitó al general Porfirio Díaz para solicitar apoyo para su fundación. El principal obstáculo al que se enfrentó fue el presupuesto oficial, sin embargo, la señora de López dio argumentos irrefutables, que derivaron en la aceptación del proyecto. Inclusive fue ella quien redactó los primeros estatutos.
Un año antes de estallar la Revolución, en una devastadora inundación en Monterrey en 1909, la incipiente Cruz Roja Mexicana empezó sus actividades. Esta fue la primera brigada de auxilio donde participaron.
En
1910, año en que comenzó la guerra, la Cruz Roja fue reconocida oficialmente y
recibió su registro el 21 de febrero de ese mismo año. En ese evento, a Luz González Cosío de López le otorgaron el
primer brazalete con la insignia de la institución. Sin embargo y ante el
inminente peligro del enfrentamiento armado, tuvo que decidir contra su
voluntad, salir del país junto con su familia.
Años
después fue precursora de la obra jurídica y social realizada en el ámbito de la
jurisprudencia familiar y de protección a la infancia y también durante los
gobiernos revolucionarios.
Muere
en 1940, después de años de trabajo intenso a favor de los grupos más
vulnerables de nuestro país y en una época donde la construcción de
instituciones y estructuras de solidaridad no eran prioritarias.
Es
por toda esta labor social que la Cruz Roja Mexicana la ha reconocido como su
fundadora y develado un busto en sus instalaciones del D.F., junto a los
grandes hombres que sacaron adelante a esta benemérita Institución.