Sofía
Petrucci
Tras una discusión en pareja, lejos de llegar a soluciones óptimas del
problema que enfrentan sin importar qué lo haya provocado, éste parece crecer
aún más, mientras se condimenta con un ‘detallito’ más: ella termina ofendida
porque él no la entiende y minimiza sus puntos de vista; su pareja en tanto,
sigue sin entender a qué se debe tanta intensidad, si después de todo, el
conflicto no merecía más atención.
Indiferencia o exceso de emociones podría resultar a primer bote el
diagnóstico para esta escena. Sin embargo, su origen va mucho más allá de un
malentendido o de falta de paciencia, porque involucra funciones cerebrales,
que en hombres y en mujeres son completamente distintas. La buena noticia es
que no por ello estamos condenados a no llegar a acuerdos y vivir presos de una
comunicación en declive.
Si pudiéramos ver como en las películas, lo que pasa en el interior de
nuestro organismo cuando participamos en un pleito con la pareja, podríamos ver
las imágenes que revela la doctora Marianne J. Legato, en su libro Por qué los
hombres nunca recuerdan y las mujeres nunca olvidan, Editorial Books4pocket:
“En primer lugar, aumenta la actividad en la amígdala la parte del cerebro que
controla las emociones. En cambio, la actividad en la corteza frontal, la parte
responsable del razonamiento y la resolución de problemas disminuye. Por eso
nos cuesta tanto mantener presente nuestro objetivo y razonar con coherencia,
ya que estamos hablando con el corazón y no con la cabeza”.
Y para adicionar, vale decir que debido a que el cerebro de la mujer
tiene 11% más de neuronas en la zona de la amígdala, que también se encarga de
la memoria, ellas pueden recordar detalladamente las discusiones anteriores, lo
que le pone, como se dice popularmente, ‘más sabor al caldo’ pues no dudarán en
revivir episodios pasados.
Lo mejor de los dos
Como una cadena, una cosa lleva a la otra: la mujer se enfurece aún más,
el cerebro por su parte libera hormonas en la sangre y es aquí donde aparecen
de nuevo las diferencias: ellos no entienden lo que le pasa a su pareja porque
en su caso, el flujo de hormonas se ha normalizado, lo que no ocurre con ellas
que tardan mucho más en estabilizarse, ¿el resultado? Las mujeres pueden
retomar el problema aún cuando en apariencia haya quedado resuelto, mientras
que para los varones ya no hay delito que perseguir.
Aunque estas reacciones tienen un origen orgánico, no significa que el
cambio es imposible. Como explica el doctor Óscar Galicia, jefe del área de Procesos
Básicos del Laboratorio de Neurociencias de la Universidad Iberoamericana, “una
de las riquezas del cerebro es su capacidad para aprender toda la vida y es así como podemos adaptar nuevas
estrategias para mejorar la comunicación, prever situaciones y buscar
respuestas adecuadas, antes de que estemos inmersos en el problema”.
No tenemos por qué cargar eternamente con el mito de que nuestras
diferencias son irreconciliables. Entender que cerebralmente funcionamos
distintos, es la llave que nos abre la puerta a la armonía, porque entonces la
próxima vez que estemos frente a un desacuerdo tendremos claro que no es que él
sea indiferente a nuestra molestia, ni que ella goza al resucitar conflictos
anteriores. Con certeza y sin afán de ofender, tendremos claro que son las
hormonas y la estructura cerebral las que se han puesto de manifiesto.
Colaboración de Fundación Teletón México.
“Como te tratas, te ven”.
Bojorge@teleton.org.mx