Maggie
Garcín Labarthe
Al
llegar a quinto semestre de mi carrera, Comunicación audiovisual en la
Universidad Panamericana de Guadalajara, me encuentro con una materia llamada
“Investigación de la comunicación”, para la cual, se nos pidió escoger un tema
y desarrollar una investigación durante todo el curso.
Esto me
llevo a un suceso acontecido justo el verano antes de entrar a clase:
Fui a
rentar una película (si, soy de los que todavía rentan películas) y mientras
buscaba la que quería, un matrimonio le pedía recomendaciones a la empleada en
turno…
- ¿Esta
de Brad Pitt está buena?
-Sí,
está entretenida, es de acción
- ¿Y la
nueva de Bradley Cooper?
- Uy,
buenísima, ganó un Oscar…
-¿ Y
esta? ¿”Morelos”?
-
mmm….no está mal para ser mexicana.
Esa
última respuesta se me quedo grabada y me hizo reflexionar todo el camino de
regreso. ¿Así que ese es el concepto que tenemos del cine nacional? Tal vez a
muchos no les sorprenda, pero como estudiante de comunicación, uno se hace cada
vez más objetivo y ya no cataloga una película como “buena” o “mala”, sino
analiza la fotografía, el guión, la actuación, la dirección, los efectos, el
audio…
Para no
hacer el cuento largo, yo llevaba un tiempo aislada sobre la percepción del
público “promedio”, perdonen ustedes la sangronada.
El punto
es que decidí que ese sería mi tema de investigación: ¿Por qué los mexicanos
rechazan el cine que se hace en su país?
La
respuesta más simple y obvia parecía ser: por malinchistas.
Tenemos
fama de rechazar aquellos productos hechos en México y enaltecer todo lo
extranjero, el cine no parecía ser una excepción.
Y empezó
el trabajo. Lo primero fue empaparme de la historia del cine nacional, intentar
entender dónde había un paso en falso, dónde nos habíamos equivocado, pues es
bien sabido que hubo un Cine de oro mexicano, entonces algo hicimos bien.
A
continuación, investigué las cifras otorgadas por el IMCINE, que demuestra la
cantidad de películas que se producen contra las que se exhiben (112 contra 67.
IMCINE 2012) así como la asistencia de los mexicanos al cine, los ingresos en
taquilla, los festivales nacionales…en fin, datos duros para seguir entendiendo
a la industria.
Todo
esto, me fue encausando en una dirección: el apoyo hacia los cineastas en el
país. Encontré varias opiniones, todas dirigidas hacia una misma problemática
de la cual hablaré más adelante.
Finalmente,
desarrollé una encuesta dirigida a jóvenes (que no estudiaran comunicación por
lo ya explicado) sobre sus “hábitos” cinematográficos, gustos, preferencias en
cartelera, y su opinión acerca del cine mexicano. ¿Lo consideran de baja
calidad? ¿Qué les gusta del cine nacional?
En este
punto, me encontré con el temor de que la audiencia se mostrara poco objetiva
dados los últimos éxitos presentados, dígase “Nosotros los nobles” o “No se
aceptan devoluciones”. Mi solución fue presentar un listado de las películas
más importantes de unos años para atrás.
Y las
respuestas me sorprendieron.
No sólo
no somos tan malinchistas como lo creía, sino que verdaderamente tenemos cariño
por el cine de nuestro País. No se considera tan bueno como el norteamericano
(debido, en parte al volumen de películas americanas que se producen
anualmente) pero la gente parece tener confianza en que va mejorando poco a
poco y que hay madera para crear una gran industria.
Entonces…¿cuál
es el problema?
Bueno,
esa es otra historia, pero el meollo del asunto está en la falta de apoyo al
cine mexicano porque, quieran o no, producir es caro. Muy caro.
Y está
el tema de las distribuidoras por supuesto, que es harina de otro costal, pero
es la causa principal por la cual grandes películas o cineastas talentosos no
pueden ser exhibidos más que en algunos festivales, y si bien les va.
Es un
tema tan amplio y me abrió tantas nuevas interrogantes que muy probablemente se
convierta en mi investigación de tesis. Lo que puedo concluir es que las
respuestas que obtuve me dejaron un sabor agridulce; es esperanzador ver el
cariño que tiene la audiencia mexicana a su cine, ver la fe que tiene la gente
en la industria y ver crecer a nuevos talentos en México. La parte triste es la
falta de apoyo o confianza que falta por parte de organismos que deberían
apostarle más a este arte.
Sin
embargo, hay diamantes en bruto dentro de la industria del cine nacional, que
seguramente encontraran alguna forma de hacerse camino y más teniendo una
audiencia que los motiva y apoya.
¡Que sorpresa tan grata descubrir que la
malinche no se pasea por las salas de cine mexicano!