Por Manola
Caba
Y
entonces, ¿por qué veo a todas las grandes tiendas llenas de arbolitos y
adornos navideños? ”
Y empieza a subirme esa agrura por el
tubo digestivo… ya me irrité y no he
comido chile.
Y cómo no me va a irritar lo que está
atrás de esto: la manipulación de las masas ante los ímpetus salivantes de
exacerbar el consumismo rampante por parte de “las manos invisibles” de los
grandes capitales.
¡Claro! se acabó una temporada, se
tuvieron que rematar los artículos ligados a ella y ahora, estamos en un
limbo. La gente gastó en vacacionar, en
proveerse de cosas para el regreso a clases y no tiene incentivos ni dinero ni
intención para adquirir nada. Entonces, hay que actuar, hay que mover el
aparato del consumismo para volver a hacer que la gente “sienta” que “hay que
comprar” ó “ya hay algo nuevo para comprar”. La mercadotecnia es tan grande que,
sin palabras, logra mandar el mensaje de que ya hay que tenerlo, hay que ser de
los primeros, no se vaya a acabar.
Y con añoranza recuerdo que no hace
mucho tiempo, nos relamíamos el bigote esperando que llegara el fin de octubre
para atacar sin piedad el pan de muerto recién hechecito de la panadería o el
que mi mamá o mi tía hacían. Contábamos
los días para que llegara esa roscota de Reyes
el 6 de enero, llena de
muñequitos y acompañada de su chocolatote bien espumoso y caliente reuniéndonos en familia y sin
quitar la vista del corte para que nadie se fuera a “hacer rosca” con el
muñeco. Y, por supuesto, había que
esperar al merito 2 de febrero para cobrar esos tamalitos de la Candelaria que
pagaba el que había sacado “el mono” o el que había sacado más en la rosca.
Y retomando la pregunta, ¿qué estaba
atrás de estas costumbres, por qué era así? Porque teníamos respeto a las
tradiciones ( si se fijan, casi todas religiosas), contención sobre la voluntad o el ímpetu, la
disciplina de esperar, la valoración de las celebraciones , la ilusión de la
llegada de “esa fecha tan especial”,
vivíamos el espíritu propio de las fechas y muchas cosas más.
Hoy, y desde hace unos años, nos tratan
de inocular en el inconsciente que todo eso no tiene valor, no importa, es
antigüito. El objetivo es provocar el consumo, incitarlo: consumir y consumir (
cuando ellos manden). Se corrompe, se prostituye todo lo que haga falta en aras
de la venta, de las utilidades.
En agosto/septiembre ya se vende el pan de
muerto y hasta los arbolitos y adornos navideños; en noviembre/diciembre las roscas de Reyes pululan por doquier.
Y si elucubro un poco más, esto me lleva
a otras cosas: el fenómeno no se queda aquí, se transforma y permea en toda una
forma de vida, rehace ( o deshace) los valores, descompone las
prioridades. Se promueve que no hay
porqué esperar a nada, hay que
satisfacer el deseo -creado o intrínseco- en ese momento, ni un minuto después.
¿Por qué esperar?
Y pienso entonces cómo explicarle a una
criatura que ve todo este barullo comercial fuera de momento, que falta un tercio del año
para Navidad pero que no se confunda,
que hay que tener paciencia para esperar, que todo tiene su tiempo y su momento
para disfrutarlo como se debe. Tengo que evitar que el sabor y la ilusión se le
diluyan, que no pierda la perspectiva.
Pero los que caen en la trampa y van por
las esferas o el arbolito no hacen sólo eso. Están dando un pésimo ejemplo:
nulo respeto a nuestras fiestas, a nuestras costumbres. Además, y muy relevante
en el mundo de hoy, cero tolerancia: los deseos se cumplen hoy. Entonces, ¿por qué luego se quejan de eso
mismo cuando son sus hijos quienes se las aplican?
¿ De qué nos extrañamos cuando un niño
de 12 años empieza a beber?
Y porqué no, ir al antro desde los 15 ( y a veces ,con
conocimiento y hasta complicidad de los papás, falsificar el IFE para
ello)
¿Y porqué contenerse si a los 14 ó 15
años se les “antoja” tener relaciones sexuales con su pareja en “ese” justo
momento?
El fenómeno del consumismo va entonces
más allá del comprar . Lo que lo estimula, lo que destruye para consumarse, lo
que enseña, lo que sacrifica en aras de, es lo que está llevándose en arrastre
a muchos valores, tradiciones y principios. Si no queremos permitirlo, hay que
hacer algo.
Se me ocurre, para empezar, boicotear
las compras sin sentido, atemporales; el árbol se compra en diciembre , el pan
de muerto a fines de octubre y la rosca cerca del 6 de enero. Al antro se va a
los 18 , se empieza a manejar-con restricciones- a los 16/17, las borracheras pueriles no se toleran, los
regalos ó los “extras” se dan por
méritos……
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