miércoles, 25 de febrero de 2015

¿LO QUIERES CORRER DE LA CASA?



Dra. Cristina Curiel Castelazo

Cuando los hijos son rebeldes, presentan actitudes negativas o tienen conductas que como padres rechazamos y que no sabemos cómo cambiar, llega un momento en que en muchos hogares se considera la opción de correr al hijo o hija de casa.

Es comprensible que un padre o madre piense de esta manera, pues ha tratado inútilmente de que su hijo responda, seguramente ha hablado con él, le ha explicado las razones por las que no le conviene actuar así, probablemente también lo ha condicionado, lo ha amenazado y no sabe qué más hacer.

Un adolescente o joven que tiene un comportamiento rebelde refleja inseguridad, vulnerabilidad, confusión, y gran necesidad de contención, límites y apoyo. Desde este punto de vista, correrlo de casa solamente generará mayores dificultades para él o ella, así como le puede representar, quedarse sin los satisfactores básicos, y la situación lo enfrenta con la terrible realidad de que su familia de origen lo rechaza.

Esto va más allá del problema de no tener dónde dormir, le genera una sensación de desesperanza, ya que todos confiamos desde niños en que no importa lo que pase, nuestros padres estarán siempre con nosotros y podremos contar con su apoyo. Un joven que es rechazado por su familia tiene menos probabilidades de salir adelante por sí mismo, ya que lo común es que se encuentre en un momento de poca estabilidad tanto emocional como económica.

¿Por dónde comenzar?
El proceso normal de la adolescencia incluye procesos que para los padres pueden ser muy difíciles de comprender, como la necesidad de pasar tiempo con amigos, romper ciertas reglas, dormir mucho. A través de estas conductas, los jóvenes intentan definirse a sí mismos, y buscan respuestas a interrogantes que les generan angustia, tales como: “¿quién soy realmente? ¿qué podré lograr en la vida? ¿quién podrá quererme por quien soy?” y un largo etcétera.

El joven se siente confuso, su cuerpo ya no es como era antes, no sabe cómo va a verse cuando todos esos cambios terminen, y se pregunta si su imagen final será aceptable para los demás. Siente que todos se dan cuenta de que se siente inseguro y además, muy solo. Es normal que no sepan en quién confiar y que sientan la necesidad de alejarse de sus padres para ser independientes, a pesar de que aún no estén listos para ello.

Por eso, los padres necesitan recordar su propia adolescencia y tomar en cuenta que sus hijos los necesitan casi tanto como cuando eran pequeños. Ahora son más independientes, pero emocionalmente son todavía inmaduros, dudan de sus decisiones, tratan de evadir su realidad y recurren a actitudes y actividades que son reprobadas por los adultos.

Los jóvenes están estresados, toda su energía está enfocada en abordar estas necesidades y preocupaciones, asimismo los padres de familia también lo están porque no saben cómo plantarse ante esta situación ya que además, probablemente tengan más temas que resolver en el trabajo, al mismo tiempo que habrán responsabilidades por responder hacia sus demás hijos, etc. Así, vemos que el estrés se convierte en una crisis que afecta a toda la familia.

Es normal que, ante todo esto los padres se sientan frustrados y enojados, que no sepan cómo manejar sus emociones ni a ese hijo rebelde que los hace sentir tan mal. Existen diferentes estrategias que pueden considerarse:
1.   Tomar en cuenta que la etapa que atraviesan los hijos no es permanente, y que en la medida en que se les pueda acompañar, estos se fortalecerán y no habrá necesidad de separaciones de casa que los dañen a la larga.
2.   Es importante intentar detenerse ante cada enojo y recordar que la mayor parte de las cosas que hacen los adolescentes no están dirigidas a sus padres, aunque así parezca.
3.   Recordar que todo tiene solución, siempre que uno no se deje llevar por la emoción del momento.

Otro elemento que resulta muy positivo es ayudar a los adolescentes en sus enojos. El primer paso es reconocer su malestar, decirle que comprendemos lo que siente, para por último ayudarle a procesar sus emociones, y evitar que haga cosas de las que pueda arrepentirse. Por último, si es necesario, es importante considerar la opción de pedir ayuda de un psicólogo nos ayude e intervenga en el proceso, y trabajar en la búsqueda de una situación más estable para la familia.

* Dra. Cristina Curiel Castelazo, académica del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana.
Colaboración de Fundación Teletón
“Como te tratas, te ven”
@DifCultural



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