"No
existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no
nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos.
Tenemos
quejas de unos a otros.
Nos
decepcionamos los unos a los otros.
Por lo
tanto, no existe un matrimonio saludable ni familia saludable sin el ejercicio
del perdón…..”
PapaFrancisco
Estas
frases me impresionaron, ya que podríamos pensar que lo ideal es tener una
pareja, una familia perfecta. Nos hacen ver que esa ilusión o ese “sueño” es
una fantasía que no responde a nuestra condición humana.
A pesar
de haber sido muy cuidadoso o cuidadosa al escoger a nuestra pareja, en
ocasiones nos sentimos muy mal cuando, en la vida real y cotidiana, nos damos
cuenta que no somos perfectos, que fallamos, que nos ofendemos el uno al otro…
Y, cuando
llegan los hijos, este “sueño” nos hace e esperar los mejores hijos del mundo, los más guapos, inteligentes, dóciles, buenos para
el estudio……hijos que cumplirán nuestra ilusión de la pareja y familia
perfecta.
Estoy
segura que muchos divorcios se deben a esa falsa concepción de la felicidad en
familia y algunas personas no están preparadas para vivir la frustración, el
enojo y la desilusión que puede llegar al vivir la realidad.
Un concepto poco usual en estos tiempos
en que “si me la hacen, la pagan”, en esta sociedad de satisfacciones
inmediatas dónde nos hemos olvidado de tolerar la frustración, de reconocer
nuestros errores, de comprender y aceptar a las personas como son, con su
fallas, a la par de aceptar y comprender las nuestras.
Practiquemos
con nobleza el perdón, sepamos disculparnos cuando nos damos cuenta que hemos
herido a otros, aceptemos las disculpas de quien nos ha lastimado, enseñemos a
nuestros niños a tolerar la frustración, a tratar de no lastimar a nadie y,
cuando lo hagan, a tener la nobleza de reconocerlo y pedir perdón.
Muchos
matrimonios se salvarían, muchas familias imperfectas serían felices con esta receta sencilla, pero difícil de practicar.
Laura
Costas
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