lunes, 13 de mayo de 2013

Un buen maestro

Por Manola C.
 
"Los discípulos son la mejor biografía del maestro".
Domingo Faustino Sarmiento

Educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía. 
John Ruskin
Dando a cada uno su sitio, el desarrollo del ser humano  pende de tres hilos fundamentales: familia, amigos y maestros.  La influencia de cada uno de ellos tendrá diferentes matices y grados de impacto en el tiempo pero finalmente, de una u otra manera, se reflejarán en cada uno de nosotros.
En los primeros años, casi una tercera parte de cada día está en manos de un maestro. Es el periodo de mayor percepción y formación con lo que la responsabilidad  de educar es entonces, enorme. 
Las huellas de su labor quedarán para siempre, para bien o para mal. De ahí que la vocación y la preparación deben ser  las características que, a diferencia de otros trabajos en el mundo, no pueden estar más que en simbiosis . 
En contraste con muchas otras labores, el impacto del responsable tiene efectos sobre la calidad de seres humanos que dependen de él.  Y  esta calidad será la que defina a una futura familia, a una sociedad y a un país.
La labor educativa de un maestro no es, por supuesto, aislada; debe estar en concordancia con lo que se recibe en el núcleo familiar (en aspectos de conducta y valores personales /sociales) y apoyada por éste . Está visto que las incongruencias entre uno y otro dañan, y mucho.
Cuántos niños y  jóvenes viven vidas descontroladas producto de  un marasmo de confusión donde lo que piden, sin pedir, es claridad y homogeneidad.


El maestro tiene un gran poder y pocos lo analizan. En la infancia el buen maestro es fuente de conocimientos, pedagogo consumado, consejero moral, árbitro entre desavenencias, iniciador de buenos hábitos, amigo incondicional, enjugador de lágrimas, enfermero de emergencia, ejemplo a seguir.
En la juventud  mantiene muchas de estas características  y se añaden nuevas:  comparte experiencias, resalta la ética y puede ser guía en las vocaciones y porrista de las habilidades, entre otras. Muchas veces el buen maestro detecta más temprano que los propios padres las habilidades , debilidades , angustias , inquietudes, vulnerabilidades y hasta el propio carácter de sus alumnos. 
Es sabio en los conocimientos y psicólogo por observación.
¿Quién no recuerda a algún maestro o maestra de su infancia ó adolescencia?,  ¿ quién no está en deuda con el Profe o la Miss gracias a los que la historia o las matemáticas o el dibujo fueron “descubiertos”, entendidos y/o dominados? . ¿ Quién no agradece al maestro que le enseñó a tener orden y disciplina en la escuela y en la vida?  , ¿quién  no le debe una sonrisa al maestro que lo hizo sentir inteligente y hábil?.Cuántos maestros quedan en nuestra mente y en nuestros recuerdos……
Ante todo esto ( y más que podríamos agregar),parece una tarea de deber moral  -de la que nadie aparentemente se ocupa-  el revalorar el trabajo de un  buen maestro. Queda la duda si el buen maestro hoy, está bien remunerado . Habría que poner en la mesa de reflexión  el precio que la sociedad ( incluyendo al Estado)está dispuesta a pagar por ejemplo, por la atención física ( digamos, a un doctor)  contra la que está dispuesta a pagar por el cuidado y la atención sobre lo intelectual y hasta moral que un buen maestro brinda sus hijos ( o ciudadanos)…………..



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