"Los discípulos son la mejor
biografía del maestro".
Domingo Faustino Sarmiento
Domingo Faustino Sarmiento
Educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer
de él alguien que no existía.
John Ruskin
Dando a cada uno su sitio, el desarrollo
del ser humano pende de tres hilos
fundamentales: familia, amigos y maestros.
La influencia de cada uno de ellos tendrá diferentes matices y grados de
impacto en el tiempo pero finalmente, de una u otra manera, se reflejarán en
cada uno de nosotros.
En los primeros años, casi una
tercera parte de cada día está en manos de un maestro. Es el periodo de mayor
percepción y formación con lo que la responsabilidad de educar es entonces, enorme.
Las huellas de su labor quedarán
para siempre, para bien o para mal. De ahí que la vocación y la preparación
deben ser las características que, a
diferencia de otros trabajos en el mundo, no pueden estar más que en simbiosis
.
En contraste con muchas otras
labores, el impacto del responsable tiene efectos sobre la calidad de seres
humanos que dependen de él. Y esta calidad será la que defina a una futura
familia, a una sociedad y a un país.
La labor educativa de un maestro no
es, por supuesto, aislada; debe estar en concordancia con lo que se recibe en
el núcleo familiar (en aspectos de conducta y valores personales /sociales) y
apoyada por éste . Está visto que las incongruencias entre uno y otro dañan, y
mucho.
Cuántos niños
y jóvenes viven vidas descontroladas
producto de un marasmo de confusión
donde lo que piden, sin pedir, es claridad y homogeneidad.
El maestro tiene un gran poder y
pocos lo analizan. En la infancia el buen maestro es fuente de conocimientos,
pedagogo consumado, consejero moral, árbitro entre desavenencias, iniciador de
buenos hábitos, amigo incondicional, enjugador de lágrimas, enfermero de
emergencia, ejemplo a seguir.
En la juventud mantiene muchas de estas características y se añaden nuevas: comparte experiencias, resalta la ética y
puede ser guía en las vocaciones y porrista de las habilidades, entre otras.
Muchas veces el buen maestro detecta más temprano que los propios padres las
habilidades , debilidades , angustias , inquietudes, vulnerabilidades y hasta
el propio carácter de sus alumnos.
Es sabio en los
conocimientos y psicólogo por observación.
¿Quién no recuerda a algún maestro
o maestra de su infancia ó adolescencia?,
¿ quién no está en deuda con el Profe o la Miss gracias a los que la
historia o las matemáticas o el dibujo fueron “descubiertos”, entendidos y/o
dominados? . ¿ Quién no agradece al maestro que le enseñó a tener orden y
disciplina en la escuela y en la vida? ,
¿quién no le debe una sonrisa al maestro
que lo hizo sentir inteligente y hábil?.Cuántos maestros quedan en nuestra
mente y en nuestros recuerdos……
Ante todo esto ( y más que
podríamos agregar),parece una tarea de deber moral -de la que nadie aparentemente se ocupa- el revalorar el trabajo de un buen maestro. Queda la duda si el buen maestro
hoy, está bien remunerado . Habría que poner en la mesa de reflexión el precio que la sociedad ( incluyendo al
Estado)está dispuesta a pagar por ejemplo, por la atención física ( digamos, a
un doctor) contra la que está dispuesta
a pagar por el cuidado y la atención sobre lo intelectual y hasta moral que un
buen maestro brinda sus hijos ( o ciudadanos)…………..
.
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