Por Manola C
Resultado de un movimiento obrero en Chicago a fines del siglo XIX que logró reducir la
jornada laboral a 8 horas , muchos países - como el nuestro - dedican un día del año a celebrar este
triunfo que marcó el inicio de una nueva época en el mundo laboral.
Símbolo del respeto al trabajador y su contribución al
desarrollo, en muchas partes del mundo se celebra este día rememorando el
esfuerzo que, en conjunto, logró un movimiento obrero que luchó por humanizar el tiempo asignado al trabajo y que permitiera entonces, dedicar tiempo a la
familia, al descanso, a otros intereses, a otros deberes.
Tristemente, al paso del tiempo se ha ido olvidando
ese significado, ese porqué.
En este siglo XXI las sociedades “presumen” de
modernización y “evolución”, considerando
los cambios en escalas de valores e incluso la extinción de muchos de ellos,
como parte de esto.
El costo ha sido que el concepto de trabajo se ha
quedado prácticamente inerte en su aspecto social-humanitario.
Por supuesto que el trabajo en su concepción más
ortodoxa tiene efectos en el desarrollo económico y social de una región o país
Sin embargo, buscando frenar la deshumanización de la
que tenemos evidencia todos los días en todo ámbito, es decir, aplicando el concepto
de trabajo en un sentido más humanitario, sería importante ponernos como
objetivo el llegar a poder celebrar el
”Día del Trabajo… por alguien más”.
Como seres humanos en una visión integral, tenemos la
oportunidad de enriquecer nuestra vida y nuestro espíritu contribuyendo con
trabajo ( físico, intelectual, económico, moral, espiritual) a favor del
bienestar de quien necesite de nosotros, más allá de nuestro círculo familiar o
social.
Ahí están el secreto y la magia: actuar, en concreto, a favor del desconocido que necesita que alguien lo apoye para tener un techo, recibir atención médica, orientación legal, psicológica, educación, capacitación, alimentación digna y sana, apoyo moral, cariño, atención…..tantas necesidades de todo tipo que nos pasan por enfrente todos los días y que suponemos, erróneamente, nos son ajenas.
Si cada uno nos pusiéramos como tarea el dedicar un
tiempo dentro de cada día o cada semana para hacer algo por alguien más - dedicarle
tiempo a escuchar o acompañar a un anciano, asistir a un dispensario como
voluntario, apoyar con ideas, proyectos, trabajo y recursos a las instituciones dedicadas a
cualquier causa humanitaria y tantas otras más, el mundo cambiaría sin lugar a dudas.
El impacto no sería sólo sobre quien recibe el apoyo
sino en quien es testigo y puede entonces motivarse para replicarlo, es decir,
en la potencialidad de hacer surgir una
“cadena “ con todo tipo de eslabones : desde tener una mejor actitud y
disposición para contribuir con un granito de arena dentro de las posibilidades
individuales hasta tomar un compromiso permanente con una causa ó una
institución de ayuda .Todo contribuye, todo humaniz.
No esperemos entonces a que alguien nos invite a
participar, tengamos la iniciativa de empezar poco a poco, día a día a hacer
algo por un desconocido . Trabajemos para contagiar de este ánimo a quienes nos rodean, mejoremos
primero a nuestra sociedad y pongamos ejemplo para celebrar un nueva versión del
Día del Trabajo.
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